domingo, 5 de octubre de 2008

Siempre nos quedará el Danubio


Mi hija de 20 años recién cumplidos, acaba de regresar, hace un par de horas, de un Interrail donde con dos compañeros de Universidad han visitado durante 22 días varios países y ciudades de Europa.

Es indiscutible que el viajar les dará conocimiento y reafirmará en sus nociones e ideas sobre muchas cosas de la vida al mismo tiempo que les abrirá la mente ayudándoles a erradicar algún que otro prejuicio. Y además, hechos como el que describo a continuación les curtirá y templará el carácter.

Del barullo de anécdotas que nada más llegar, mi hija nos cuenta a su madre y mi (entre otras el haber perdido el avión en París; el que uno de sus compañeros extraviara su cartera y el ser testigos presenciales del atropello mortal a un peatón) destaca la acaecida en el metro de Budapest.

Es sabido que los húngaros en general no miran a los turistas con buenos ojos y sí con manifiesta desconfianza, pues bien, en los andenes de una estación de metro, tres tipos corpulentos ataviados con el uniforme azul de la seguridad del metro, los atajaron y apartaron hacia un lado y les hicieron pagar la cantidad de 18.000 florines (73 euros) en concepto de “multa” por según ellos llevar el billete del metro caducado. El tono del tipo era lo suficientemente bajo como para que no se enterara la gente que pasaba a su alrededor. Estoy seguro que se trata de dinero negro que no se entrega a la empresa de transportes, no les tomaron datos ni les expidieron factura alguna.

No pretendemos hacer mala propaganda a esta ciudad de aproximadamente 1.700.000 habitantes y que es hermosa a pesar de la ingente cantidad de vagabundos que merodean sus calles, pero al igual que otros viajeros consultados, de todos los países visitados donde más problemas surgieron fue en Budapest donde además los taxistas también abusan lo que pueden. Pero en fin, siempre nos quedará el Danubio.

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