sábado, 1 de noviembre de 2008

Dieta Mediterránea y crisis en el vino de mesa español




Siempre hemos dado por hecho, y lo seguiremos dando a pesar de noticias como esta que acaba de saltar (¿será para que nos olvidemos de la crisis económica y nos preocupemos más de la salud? ¡Benditos padres de la patria!!), que quienes preservamos la buena costumbre de la dieta mediterránea con su aceite de oliva como principal fuente de grasa; abundancia de verduras y frutas; Cereales, principalmente, pan y pastas, legumbres, semillas, nueces y frutos secos; productos lácteos preferentemente fermentados como yoghurt y quesos; huevos, carne y pescado en consumo moderado y la copita de tinto, vino tinto con sus taninos y todo, antioxidante natural por excelencia.

Hasta qué punto el seguimiento de la dieta mediterránea es el más adecuado para la salud lo demuestran lo que diversos estudios denominan "la paradoja francesa". La comunicad científica insiste en que los habitantes de los países que siguen la dieta mediterránea y por tanto consumen vino tinto en cantidades moderadas tienen un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. El caso de Francia resultaba paradójico pues mostrando altos niveles de colesterol debido al excesivo consumo de mantequillas, natas, quesos... presentan un bajo índice de mortalidad por problemas de corazón comparados con los habitantes de los países nórdicos; se observó que los franceses a diferencia de los nórdicos tomaban durante las comidas una copita de vino tinto.


La alarma acaba de saltar porque según concluyen los autores de un trabajo, que se publica en la revista Chemistry Central Journal, sólo los vinos de Argentina, Brasil e Italia se libran de la presencia de niveles peligrosos de iones metálicos, mientras que los vinos españoles presentan tasas especialmente elevadas de iones de cobre, manganeso y zinc que los hacen potencialmente peligrosos para la salud de los consumidores.

Para calcular estos niveles, los científicos utilizaron el cociente de peligro máximo admitido o THQ, un indicador que combina variables como la frecuencia de exposición, la cantidad ingerida, la concentración de metales o el peso corporal. Así, considerando el nivel 1 como no peligroso, las concentraciones máximas rondan los valores de 50 a 200 en la mayoría de los países.

Por ello, los autores del estudio recomiendan reducir la presencia de metales pesados durante el proceso de producción del vino e informar de la presencia de los mismos en la etiqueta.

No hay comentarios: