Celebramos con fuego la holgura de los días,
como un viajero viejo erudito y tenaz
que regresa al calor y a la noche que canta.
Las estrellas desnudas magnifican el cielo
ofreciendo promesas de doradas auroras.
No enmudecen las nubes los excitados sueños
de una hoguera que sangra, y en su rota oración
se abren las puertas del infierno y la gloria.
(Hurgando en sus cenizas
retornará la sangre
de la fruta preñada
al dolor de la piedra).
Levanta con arrojo el fulgor de la llama
y bendice con música al exacto gentío
que en las calles reclaman el calor de la lumbre,
la caricia en los labios, la justicia y la paz.
La hoguera hace rato se apagó.
Pero la brasa en mí
sigue prendiendo,
y también en ti.
Dedicado a los amigos y amigas que venimos compartiendo durante años este final de etapa para entrar, más purificados si cabe, en el devenir de los siguientes ciclos de la vida.
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