Del libroCon el invierno en fuga de olvido, la primavera cierra sus tardes con un conjuro de pájaros que no olvidan los poderes del fuego. El estío llegó. Canta la media luna para poner en jaque a todas las madrugadas del verano.
En estos días que vienen con un sol imprudente partiéndonos las piedras, nos reiremos tronchados doblándonos por dentro como se dobla un lienzo, inermes e indefensos y el corazón dispuesto para encender los dedos y borrar cicatrices.
¿Quién limpiará de ortigas el jardín? Las miserables hojas caídas en otoño. Quién se hará tarde y luz poniendo el pan sobre la mesa y bebiéndose el licor en la boca del otro?
Así el origen llega cargado de bronce, de incontrolados vientres buscándonos los pulsos, mordiéndonos las fábulas, como en tantos inviernos cargados de metáforas donde se arraiga el hombre sintiéndose desierto, presintiendo la fiebre y el aire que le falta.
Del tiempo y sus raíces, se observan estaciones pesadas como el plomo. Languidecen los años desde el germen, toda la nada por delante, sin morder del todo la vida, dejando muchas batallas sin librar entre la carne y el cuerpo, entre la unión de almas que nutren con su entrega tantos otoños devoradores de sueños.
Voy abriendo ventanas (la media luna brilla y es verano). Al ventilar los miedos la tierra beberá en mí todas las hojas verdes que soy, gestadas en relojes que no tienen calendario.
La insaciable verdad de la verdad
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1 comentario:
Hay que ventilar, como dices, los aires que nos lastran.
Un abrazo
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